Finn llegó en abril 2015 y estaba un poco demacrado. El es
joven y pequeño, incluso para su especie, que es fuerte y rechoncha; puede
tener entre 1 a 4 años. Parece pequeñito para cuatro años pero su dentadura
dice lo contrario. Finn no podía tan siquiera mantenerse en pie cuando llegó a
nosotros, teniendo que apoyarse en el viejo carro del patio para mantener el
equilibrio. Estaba bastante enfermo, ya que estaba infestado de parásitos
internos y externos. El veterinario comenzó un tratamiento para la babeciosis
(una enfermedad transmitida por garrapatas), suministrándole antibióticos para
las infecciones y una pasta anti parásitos internos. Tras estos cuidados y las
vitaminas que se le añadieron a su comida ha comenzado su recuperación de
manera entusiasta.
Finn no tuvo energía por las tres primeras semanas. En la
primera noche, durmió en la “tienda” ya que no se pudo mover muy lejos. Cada
noche Marleen, justo antes de irse a dormir, echaba un vistazo y, si Finn
estaba en una postura peculiar, se le giraba para una postura más cómoda. Un
voluntario, Rory, tomó la tarea de ayudar a Finn en todo lo posible, hasta que
un día se llenó de alegría al verle ponerse de pies por sí mismo. Desde
entonces Rory lo pasea por la finca para incrementar su musculatura. Finn es
muy cabezota y fuerte para su tamaño y es casi necesario empujarlo para
conseguir que avance, lo bueno es que no da patadas ni mordiscos y su relincho
es un sonido encantador. En el futuro tendremos que castrarle pero no antes de
que se recupere por completo y disfrute de su revitalizada salud.
Ahora, unas semanas después, Finn es capaz de vivir en los
establos con los burros y de salir a pastar y pasear durante el día con ellos;
incluso ya es capaz de galopar! Y tiene una amiga – Elfie, la mula. Qué alegría da ver el cambio después de lo que ha sufrido.
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